Por Andres Fuentes
Para Juventus, este lunes, lo de menos era el resultado ante el Lazio (2-2). Dos de sus jugadores más importantes de los últimos años, Giorgio Chiellini y Paulo Dybala, se despedían ante los 'tifosi' del equipo por el que lo han dado todo. Un último adiós antes de poner tierra de por medio.
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Ninguno ha desvelado, por el momento, cuál será su futuro inmediato. Puede que ni ellos mismos aún lo sepan. Lo que sí sabían era que no iban a volver a jugar con la camiseta blanquinegra en el Juventus Stadium.
Y cada uno lo encaró de manera diferente, porque diferentes han sido los condicionantes de su salida. Giorgio se despidió sonriente, con el carisma que siempre le ha caracterizado, y dueño de su destino. Él mismo ha decidido cuándo parar. Paulo lo hizo con los ojos vidriosos, al borde de la lágrima, despidiéndose de un club que no ha querido renovarle.
En el minuto 77, como los años (siete) que ha estado en el conjunto juventino, Paulo Dybala emprendió su camino hacia el banco. El mismo camino que había recorrido Giorgio en la primera mitad sonriendo. Él, sin embargo, lo hizo serio, cariacontecido, con los ojos reteniendo las lágrimas mientras todos sus compañeros le abrazaban. Esta vez sí, el que parecía que se iba, se iba.
La salida del argentino ha sido mucho más complicada y dolorosa para el jugador que ha levantado cinco 'Scudetti', cuatro Coppa Italia y tres Supercopas. Según informaron los medios italianos, club y jugador llegaron a un acuerdo para la extensión del contrato, pero las lesiones del futbolista de 28 años echaron atrás a la directiva.
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